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    Perú, país de tejedores

    AVANZADO
    Ecos 3/2020
    Perú: Das Gewebe als Symbol der Kultur.
    © Rolly Valdivia
    Von Rolly Valdivia Chávez

    En el patio de su casa, doña Sofía Peruano –sí, su apellido coincide con el gentilicio del país– tejerwebenteje una cushma o túnica tradicional con el algodón nativoheimische Baumwollealgodón nativo. Ella, que es madre y abuela, le enseñó a su hija lo que aprendió de sus el antecesor(hier) Vorfahrantecesores. Así, los conocimientos textiles de los matsigenkas –su pueblo, su gente, su raíz– no se pierden, perduran, se trasmiten a las nuevas generaciones. Doña María (65 años) no habla español. El matsigenka es su lengua materna, su única lengua. Nicanor, su el yernoSchwiegersohnyerno, es su traductor. “Mi madre me enseñó a tejer cuando yo era una niña. Todo el proceso es natural. Yo misma cosecho el algodón en la la chacra(and.) kleiner Bauernhofchacra”, explica mientras sus manos avanzan por esa “cushma para varón” que estará lista en dos o tres semanas. Ese día “me dolerán los brazos”. Sus movimientos en el el telarWebstuhltelar que arma y amarrarfestbindenamarra en cualquier lugar no necesitan ser interpretados. Se admiran y entienden con absoluta facilidad cuando sus manos deslizarsegleitense deslizan al ritmo de la experiencia y de la la sabiduríaWeisheitsabiduría que heredarerbenheredó y ahora comparte en la comunidad Nuevo Mundo (La Convención, Cusco), adonde llegó desde otra la quebrada(hier, per.) kleiner Flussquebrada amazónica con su difunto/a(hier) mittlerweile verstorbendifunto esposo, porque “aquí había una escuela para mis hijos”.

    Perú Tradition

    Tejedoras de altura

    Lejos de ahí, en otro patio, en otra casa, en otra geografía, Manicia, Lidia, Valentina, Nolberta, Domitila, Sebastiana y Aurelia se han unido para hilarspinnenhilar, teñirfärbenteñir y tejer. Juntas y asociadas elaboran la chalinaschmaler Schalchalinas, chullos (gorros), medias, chalecos y hasta vistoso/aschönvistosas máscaras con la lana de las ovejas y alpacas que crían cerca del imponente el nevado(LA) von ewigem Schnee bedeckter Vulkannevado Ausangate y de la montaña de los siete colores, Winincunca. Las tejedoras de altura están en el centro poblado de Huito (Canchis, Cusco), desde donde rescatan y custodiarüberwachencustodian los procesos de siempre. Ellas –que comprenden el español, pero prefieren comunicarse en quechua– hilan haciendo girar la p’ushka, una herramienta prehispánica que consiste en un el palilloStöckchenpalillo delgado con un el contrapesoGegengewichtcontrapeso en su base, y ‘pintan’ las la fibraFaserfibras con los elementos naturales que encuentran en su entorno. Raíces, frutos y hojas. Todo vale para darle color a los ponchos y las la prendaKleidungsstückprendas habituales que usan los hombres y las mujeres, los adultos y los niños de su comunidad. Todo sirve para darle la vistosidadSchönheitvistosidad a las mantas y a los otros tejidos que les ofrecen a los turistas, a quienes les explican el proceso de producción. Así, valoran más el trabajo de esas mujeres que hacen magia con sus manos.No son las únicas. En el Perú se teje desde hace miles de años en las costas del Pacífico, en los pueblos andinos y altiplánico/avon der Hochebenealtiplánicos, en las comunidades nativas de la selva. Ellos son los continuadores de una tradición textil que se convirtió en arte universal gracias a los paracas, cuyos famosos mantos prehispánicos, encontrados en el contexto funerarioUmfeld von Grabstättencontextos funerarios, continúan maravillando al mundo por su perfección.

     

    ¿Sabía usted que...?

    Los nombres de los pueblos y de las culturas antiguas se escriben con minúscula: los matsigenkas, los paracas; también los aztecas, los incas, etc.

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