No quiero engañarles: mantengo una relación de amor y odio con mi ciudad. Como muchos barceloneses, después de despotricar contrawettern, schimpfen aufdespotricar contra el turismo de masas, la consiguiente pérdida de autenticidad, la gentrificación, que ha hecho subir astronómicamente los precios, y las obras eternas, con la vallaAbsperrung; Zaunvallas por todas partes, me fui a vivir fuera de Barcelona. Sin embargo, he sido incapaz de cortar el el cordón umbilicalNabelschnurcordón umbilical. Y vuelvo una y otra vez, no solo por mi trabajo y porque mi madre sigue viviendo junto a la Sagrada Familia, sino también porque no puedo pasar mucho tiempo sin pisar sus calles. Como dice el poema de Antonio Machado: “Ni contigo ni sin ti / mis males tienen remedio; / contigo porque me matas / y sin ti porque me muero”.
A pesar de todo, Barcelona sigue deslumbrarüberwältigen, hinreißendeslumbrando con el encanto de sus rincones mágicos, de sus edificios modernistas, de sus plazas, de sus patios medievales, del contraste entre las callejuelas del casco antiguo y la la cuadrículaStraßenraster, -gittercuadrícula del Ensanche. Varios paseos hay que siempre me reconciliarversöhnenreconcilian con esta ciudad que, como tantas, y como los discos de antañoeinstantaño, tiene dos caras: la cara A, abarrotado/a deübervoll mitabarrotada de turistas, y la cara B, donde aún es posible sentir que descubres rincones secretos, sin duda, el mayor placer del viajero.
Para empezar, el parque de la Ciutadella, uno de los pocos espacios verdes con que cuenta la ciudad. Los barceloneses lo adoran y acudirher-, hinkommen/gehenacuden a correr, pasear a sus perros, practicar taichí o hacer pícnics. A mí me encanta entrar en el Umbracle, un espacio íntimo y silencioso para sentarse a descansar entre plantas gigantescas. Antes de dejar el parque, hay que contemplar la imponente silueta de castillo medieval del edificio construido en 1888 por Domènech i Montaner en el ladrillo vistounverputzter Ziegelsteinladrillo visto y que constituye uno de los primeros ejemplos del Modernismo barcelonés.
Luego, pueden seguir el espacioso y elegante paseo Picasso, flanqueado por el soportalArkade, Bogengangsoportales en uno de sus lados y edificios idénticos, hasta el monumento dedicado al famoso pintor malagueño y firmado por el artista catalán Antoni Tàpies, un curioso el cubo de cristalgläserner Würfelcubo de cristal que da la sensación de flotar(hier, im Wasser) treibenflotar sobre el agua. Desde el cubo, se distingue la silueta de hierro de uno de mis edificios favoritos: El Born, que durante muchos años fue el mercado central de frutas y verduras, y cuya historia no está libre de turbulencias: durante la época franquista quisieron derribarabreißenderribarlo. Por suerte, siguió en pie y en 2002, durante las obras para convertirlo en biblioteca, aparecieron importantes restos arqueológicos. Entonces se desistir deabsehen, ablassen vondesistió de construir la biblioteca y el edificio fue declarado bien cultural de interés nacional. Hoy en día las ruinas excavar ➤ ausgrabenausgrabenexcavadas y conservadas en su interior nos muestran la historia de la ciudad en 1714, cuando la la guerra de sucesiónErbfolgekrieg (1701-1714)guerra de sucesión arrasarverheerenarrasó el barrio. Les recomiendo la visita, que, además, es gratis.
Frente al Born, que le ha prestado su nombre al barrio, se encuentra Casa Perris, una tienda extraordinaria. Ahí, pura cara B, no hay turistas, solo barceloneses comprando cosas nunca vistas. El otro día conté hasta veintidós clases de arroces: arroz para paella, arroz salvaje, arroz verde de Vietnam, arroz rojo, arroz rosa; seis o siete variedades de lentejas, otras tantas de almendras, rarezas como harina de castaña, frutos secos a gogóin Massena gogó, todo ofrecido a graneloffen, nicht abgefüllta granel en sacos de arpillera, sin plástico a la vista. Ni el más exigente ecologista protestaría. Desde ahí suelo encaminarme a mi iglesia predilecta, a dos tiros de piedra. Pero antes me asomo a la calle del Rec, con sus pintorescos porches de columnas de piedra, y vuelvo sobre mis pasos hasta el paseo del Born y Santa María del Mar, la que para muchos es la iglesia más bella de la ciudad y la única perfectamente acabada de todo el gótico catalán.
Créditos: Alexander Spatari / Foto: Getty Images
Si quiere conocer la cara A y la cara B de Barcelona, lea el texto de Mercedes Abad en ECOS 01 / 23
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