La noche, a noite, la nit, gau… Los españoles, con nuestros horarios demencialwahnsinnigdemenciales, tenemos fama de el/la noctámbulo/a(hier) Nachtschwärmer/in, Nachtmenschnoctámbulos empedernido/aleidenschaftlichempedernidos. Pero es que ganarse algo a pulso , sich etw. hart erarbeitensich etw. hart erarbeitennos la hemos ganado a pulso. Como dice la escritora Olga Merino, llevamos la noche en los genes de la historia. Lo normal, salgas o no, es cenar a las nueve, las nueve y media o las diez, más tarde aún si es verano. En algunos de los restaurantes con más el tirón populargroße Beliebtheittirón popular hacen dos turnos y si reservas en el segundo, acabas cenando cerca de las once. Pero ¿es cierto que nos vamos a dormir más tarde que nadie? ¿Y qué tiene la noche, que tanto nos hechizarverzaubernhechiza? Si el día es la luz, lo visible, el imperio de la razón y la la sensatezVernunftsensatez, la noche es la oscuridad, lo invisible, y en ella reinan el misterio, la magia y la poesía. Uno siente que de noche puede ser otro. Les habla una exnoctámbula, alguien que fue una criatura de la noche: en la primera juventud, la noche era para mi generación el territorio mítico de la libertad absoluta.
¿Y qué tiene la noche, que tanto nos hechiza?
Estábamos en los años setenta, Franco se había muerto pocos años atrás e ir a dormir antes de las cinco o las seis de la mañana era casi un acto antipoético y reaccionario, y una manera de perder el tiempo tontamente. Dormir, qué tontería. trasnochardurchmachenTrasnochar era hermoso, artístico, revolucionario. Solo trasnochar te convertía en un adulto. Las cosas auténticas pasaban de noche y la vida se vivía más intensamente. Eran las la noche canallaGaunernachtnoches canallas de Barcelona, cuando Las Ramblas estaban pobladas de travestís y de artistas malditos, y todo era posible. El el desencantoErnüchterungdesencanto político aún estaba muy lejos y la noche solo se acababa cuando abrían los el obrador(hier) Backstubeobradores de las panaderías y nos vendían la ensaimadasüße Hefeschneckeensaimadas o el cruasánCroissantcruasanes recién hechos que devorarverschlingendevorábamos con hambre de lobo. También delante de las churrerías recién abiertas al amanecer se veían grupos de noctámbulos muertos de hambre, mojando churros en chocolate caliente. Solo entonces, con el estómago lleno para matar la la resacaKaterresaca, resignarse asich fügen, sich beugennos resignábamos a volver a nuestras casas, ya al amanecer, en los mismos metros y los mismos autobuses en los que se iba a trabajar el resto del mundo.
Luego vinieron los ochenta y la movida madrileña, con Almodóvar, Alaska, El Último de la Fila, Mecano, Golpes Bajos y todos los grupos musicales españoles que nos hacían bailar hasta la madrugada en discotecas y bares. Ya éramos adultos con pleno derecho, pero si queríamos ser modernos y enrollado/agut drauf, voll dabeienrollados, había que trasnochar. Y seguimos trasnochando. En aquella época lo llamábamos “ir de marcha” y no había mayor el piropo(hier) Komplimentpiropo que decir de alguien que era “marchoso” o que tenía “mucha marcha”. Significaba que esa persona no tenía rival en la la pista de baileTanzflächepista de baile y que nunca ver la hora de(hier) nie Zeit finden fürnunca veía la hora de irse a dormir. Una frase marcó mi juventud: “¿Es que no tenéis casa?”. Nos la decían los camareros, hartos ya de intentar echarnos para cerrar el local.
Si queríamos ser modernos y enrollados, había que trasnochar
En la actualidad, muchas cosas han cambiado en este país, pero las calles siguen animándose por la noche. No importa que sea verano o invierno, no importa que haya que madrugar para ir al trabajo, no importa que haya crisis: los bares y los restaurantes casi siempre están llenos; en algunos hay que reservar con días de antelación y no es fácil encontrar una mesa en una terraza. Solo la pandemia y el el toque de queda(hier) Lockdowntoque de queda vaciaron las ciudades españolas. Es cierto que hay lugares más noctámbulos que otros: incluso los catalanes, que tanto rivalizamos con la capital, estamos dispuestos a admitir que, si hay en España una ciudad que nunca duerme, esa es Madrid, probablemente el lugar del mundo con más bares per cápita y más gente dispuesta a hacer buen uso de ellos hasta las tantasbis in die Puppenhasta las tantas. La noche madrileña carecer de límiteskeine Grenzen kennencarece de límites; nada es imposible. Y no solo me refiero a beber y bailar. ¿Que siente uno de pronto el el capricho(hier) Launecapricho de comer huevos con chorizo a las cuatro de la madrugada? Madrid siempre tiene algún fantástico el garitoBar, Kneipegarito donde conseguirlos. La la contrapartida(hier) Gegenstückcontrapartida a tanta felicidad noctámbula son unos atascos alucinanteirrsinnigalucinantes en las madrugadas de los fines de semana, cuando todos pretenden regresar a casa más o menos a la misma hora. ¿He dicho que en la noche madrileña nada es imposible? Pues miento: encontrar un taxi de madrugada puede ser más difícil que los trabajos de Hércules, y a menudo hay que volver a pata(ugs.) zu Fußa pata.
Si quiere conocer a fondo cómo es la noche en España, lea el texto completo en ECOS 07/22.
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